¿Hace cuánto que no ves un saltamontes en tu paseo dominical por el parque, escuchas a los grillos desde o ves una luciérnaga en una caminata nocturna por un camino rural?

La sensación de estar perdiendo esta fauna que tantas generaciones asocian con su infancia, es más que eso, es una realidad. Y lo que es peor, junto a estos animales van desapareciendo, además, elementos básicos para el sustento de numerosos ecosistemas de los que dependemos todos los seres vivos.

“No solo es una sensación popular, es algo que percibimos todos los entomólogos que salimos a hacer trabajos de campo y a investigar; el descenso del número de individuos de prácticamente todos los insectos es brutal”. Lo confirma Juan José Presa, catedrático de Zoología de la Universidad de Murcia y coautor de uno de los muchos informes y estudios recientes que ponen cifras a la disminución de artrópodos.

Dicho estudio, de principios de año y surgido de la colaboración entre la Unión Europea y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, destaca que casi un tercio de las especies evaluadas (saltamontes, grillos y chicharras, entre otros) están amenazadas, algunas en peligro de extinción.

Wolfgang Wägele, director del Instituto Leibniz de Biodiversidad Animal (Alemania) habla, junto a otros colegas, del “fenómeno parabrisas”, por el cual los conductores pasan menos tiempo limpiando sus coches de la miríada de insectos que antes morían estrellados contra cualquier punto de la carrocería. Los investigadores citados en el artículo son conscientes del descenso generalizado, a pesar de reconocer, como el resto de la comunidad científica, que es muy difícil establecer datos más precisos del declive de las poblaciones por la variedad de especies, distribución y número de individuos.

Se cita el caso de la Sociedad Entomológica de Krefeld, en Alemania, cuyas visitas al campo han constatado que la biomasa de insectos que queda atrapada en sus diferentes métodos de captura ha disminuido un 80% desde 1989. Presa lo lleva al terreno de sus observaciones de campo en la provincia de Pontevedra: “Antes conseguíamos atraer a infinidad de mariposas nocturnas con las trampas de luz, ahora entran muy pocas”.

La transformación y destrucción del hábitat es sistemáticamente señalada en todos los estudios como la principal causa de esta hecatombe que nos afecta muy directamente a las personas. Se pudo ver con el efecto que ocasionan determinados insecticidas sobre las poblaciones de abejas, responsables de la polinización de numerosas plantas, incluidas el 30% de las que nos sirven de alimento. En general, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, “alrededor del 84% de los cultivos para el consumo humano necesitan a las abejas o a otros insectos para polinizarlos y aumentar su rendimiento y calidad”.

Pero la destrucción del hábitat (urbanismo, agricultura intensiva, turismo…) no actúa sola como elemento distorsionador, también el abandono del campo y el cambio climático contribuyen a abonar este inquietante camino. Los científicos citan, por ejemplo, la alteración de los períodos de sincronía entre la floración de las plantas y la llegada o eclosión de los insectos.

El problema es que el ritmo de protección es mucho más lento que el de declive, por el desconocimiento preciso que se tiene de las poblaciones y por la menor relevancia, aparente, que tienen los insectos.

El Atlas y libro rojo de los invertebrados amenazados de España propone para la península ibérica como vulnerables 69 especies de insectos, 30 en peligro de extinción y tres en peligro crítico. Mientras tanto, Juan José Presa advierte: “Es muy posible que, ahora mismo, tras un incendio o una fumigación intensiva de cultivos, estemos perdiendo a especies que ya estaban muy tocadas”. En este espacio hemos reseñado trabajos de investigadores que señalan a los insecticidas agrícolas como causantes de alto impacto de la reducción de insectos, pues se trata de químicos diseñados para destruir flora y fauna y para aprovechar la resistencia de semillas genéticamente modificadas o productos también conocidos como transgénicos.

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