Aunque pueda parecer lo contrario, el teletrabajo ya existía antes de la actual pandemia. Sin embargo, desde hace un año resultó la alternativa más óptima durante los confinamientos y las medidas de restricción para continuar con la actividad laboral de muchas personas y empresas.

Incluso en casos en los que antes no se consideraba viable, como indican varios estudios publicados en 2020.

De hecho, una vez superada la crisis sanitaria se espera que este método de trabajo se incorpore definitivamente, ya que aporta diversas ventajas: tanto para la empresa como para los y las trabajadoras y la sociedad.

“No obstante, también trae asociados cambios que pueden resultar negativos para nuestro bienestar”, explica a la revista española SINC Rocío Cupeiro Coto, profesora en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, “como mayor incomunicación y aislamiento o la dificultad de separar el tiempo laboral del tiempo de ocio, entre otros”

Igualmente, el nivel de actividad diaria también puede influir sobre la salud y la calidad de vida, como ya se ha observado en modalidades tradicionales de trabajo.

 “El apoyo de la empresa y compañeros, el contacto social no laboral y los problemas de conciliación familiar pueden ser relevantes en el estado de los trabajadores, pero no podemos olvidar que la disminución de actividad física o la falta de adecuación del material de trabajo pueden tener un gran impacto”, añade.

Tal y como se ha observado en otros países durante el confinamiento, es muy probable que no tener que salir de casa haya reducido el tiempo que pasamos moviéndonos, y eso lo nota nuestro organismo.

“El cambio al teletrabajo no es para todas las personas igual: en los puestos de trabajo desarrollados casi exclusivamente a pie de escritorio se nota menos diferencia que en aquellos en los que se requerían traslados o reuniones presenciales, actualmente limitadas”.

“La inactividad física tiene grandes implicaciones en la salud y en la presencia de enfermedades no transmisibles, como subrayó en 2010 la Organización Mundial de la Salud (OMS), por lo que es importante que seamos conscientes de su aumento debido al teletrabajo”, continúa la investigadora.

Una de las primeras consecuencias que se puede producir en el teletrabajo es el llamado desequilibrio energético positivo. Es decir, la falta de movimiento hace que la energía que gasta nuestro cuerpo cada día se reduzca, lo que puede generar una falta de armonía entre las calorías que ingerimos y las que gastamos.

Y esto, según numerosas investigaciones, desencadena sobrepeso u obesidad.

“Más allá del componente estético que esta ganancia de peso pueda tener, es destacable por las enfermedades asociadas, como síndrome metabólico, hipertensión y trastornos cardiovasculares y el consecuente aumento del gasto sanitario que ello conlleva”, aclara Cupeiro.

Un nuevo estudio realizado en dos universidades españolas relaciona el dolor de músculos y huesos con el teletrabajo en tiempos de la covid-19.

Así, si la persona que teletrabaja no cuenta con las condiciones ergonómicas óptimas para el desarrollo de su actividad, puede estar predispuesto a presentar estas molestias, tanto musculares como en tendones y otras estructuras anatómicas.

El pasado noviembre, la OMS lanzó una nueva guía de recomendaciones de actividad física y hábitos sedentarios bajo el lema ‘cada movimiento cuenta’. En ella se explica que más de 5 millones de muertes al año podrían evitarse si la población mundial fuera más activa.

“Una estupenda alternativa de cambio es comenzar a realizar ejercicio físico planificado de forma regular, y mucho mejor si es supervisado por profesionales certificados. Este personal nos indicará la cantidad, intensidad y tipo de actividad que mejor se adecúa a nuestras características y objetivos”, aconseja la profesora de INEF. “Algo de actividad física es siempre mejor que ninguna”, concluye.

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