Los ratones de campo del parque nacional de Doñana pesan hoy un tercio de lo que pesaban hace 40 años.

 Las salamandras de mejillas grises del norte de los montes Apalaches, en Estados Unidos, han encogido un 8% desde 1960. Los salmones del norte de Finlandia son más pequeños y llegan antes a la madurez sexual que hace cuatro décadas. Y uno de los gigantes del mar, la ballena de los vascos, ha mermado más de un metro desde los años ochenta. ¿Qué está pasando con los animales?

En los últimos años se han ido acumulando pruebas de que está en curso la llamada sexta gran extinción. El ritmo de desaparición de especies es 100 veces mayor desde el siglo XX.

Las causas son diversas, algunas globales, como el cambio climático o la pesca, y otras más regionales, como la deforestación de las selvas tropicales. Pero todas o casi todas son directa o indirectamente provocadas por los humanos. Sin embargo, no todas las especies la sufren por igual: trabajos recientes han demostrado que cuanto más grande es el animal, más en peligro está la especie.

Hay también otro fenómeno que se está produciendo dentro de muchas poblaciones: ya no se trata de que sean cada vez menos en número, sino de que son más y más pequeños. Este fenómeno de encogimiento se produce en todas las familias del reino animal.

Miguel Delibes de Castro, profesor honorífico de la Estación Biológica de Doñana, apunta varias posibles causas del empequeñecimiento de los ratones. “La primera es climática, tiene que ver con la temperatura”, dice.

Recuerda lo que estipula la regla de Bergmann, una especie de ley biológica según la cual dentro de la misma especie los animales que habitan en lugares más fríos tienden a ser más grandes que sus congéneres de zonas más cálidas. Doñana, como toda la región, se ha ido calentando en las últimas décadas por el cambio climático.

Otra posibilidad es más específica del parque: que la ausencia de conejos esté provocando que los depredadores se ceben con los roedores más grandes. Esto causaría una presión selectiva en favor de los más pequeños.

No obstante, para saber si tal presión se ha incorporado a la genética de los ratones habría que averiguar si se han producido variaciones en la parte del genoma que tiene que ver con el tamaño. Y esto sí que lo han observado con los salmones atlánticos en el otro extremo de Europa, en el norte de Finlandia.

El biólogo de la Universidad de Helsinki, Craig Primmer, lleva años estudiando los cambios genéticos en los salmones. En particular, se ha fijado en las variaciones en un gen, el vgll3, que aparece relacionado con “la edad en la que los salmones regresan de su migración marina, maduran y se reproducen”.

Ese gen interviene también en el inicio de la pubertad en los humanos. El papel en la maduración de los peces es clave en el tamaño que puedan alcanzar.

Primmer ha estado investigando dos poblaciones de salmones que regresan a dos ríos diferentes a desovar y morir. Al estudiar sus genes, no detectaron grandes cambios en los salmones del primer río, pero en el segundo la frecuencia de la variante genética que favorece un mayor tamaño se ha reducido en un 18% en cuatro décadas.

Primmer tiene dos posibles explicaciones a esta reducción: “Una es la menor supervivencia del salmón durante su migración marina, lo que tendría un efecto mayor en la de aquellos individuos que pasan más años en el mar, es decir, los de maduración tardía, que también son los más grandes. La otra es que la pesca selectiva de individuos más grandes podría resultar en una reducción del tamaño medio.

En ambos casos, sería adaptativo que el salmón regresara del mar antes y, por lo tanto, sería más pequeño en promedio”.

El adelanto de la migración es uno de los mayores impactos que está teniendo el cambio climático en muchas especies, en particular entre las aves. Es lo que vienen comprobando ornitólogos del Museo Field de Historia Natural.

Desde hace décadas tienen la macabra costumbre de recoger los pájaros que chocan contra los rascacielos cercanos. Los edificios están en medio de la migración hacia el sur. Y han comprobado que las aves cada vez chocan antes. Pero al medirlas y pesarlas también han visto que pesan cada vez menos, aunque sus alas sean cada vez más grandes.

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