Dulces y refrescantes, sandías y melones son sin duda los reyes de los postres del verano.
Y a pesar de que son alimentos casi indispensables en muchos hogares durante el periodo estival, seguimos sin conocer todos sus secretos.
Una de las cuestiones que más intriga a la comunidad científica es de dónde proceden estas dos hortalizas, próximas al pepino, según ha publicado la revista de divulgación científica SINC
Los investigadores dan por hecho que los actuales melones y sandías proceden del descubrimiento de anómalos frutos dulces carentes de cucurbitacina, el compuesto que confiere amargor a las cucurbitáceas. Estas se habrían seleccionado y cultivado hasta llegar a nuestros días.
“Los melones, pepinos y sandías se domesticaron varias veces a lo largo de la historia de la humanidad. Pero colocar estas domesticaciones en el espacio y con nombres es mucho más difícil de lo que pensaba hace diez o quince años”, subraya Susanne S. Renner, profesora honoraria de la Universidad de Washington.
Además, sus conclusiones son consistentes con algunas antiguas pinturas egipcias que sugieren que la sandía pudo ser consumida en el valle del Nilo hace unos 4,000 años.
“Basándonos en el ADN, encontramos que las sandías como las conocemos hoy, con pulpa dulce, a menudo roja, que se puede comer cruda, eran genéticamente más cercanas a las formas silvestres de África occidental y nororiental”, señala la investigadora.
El camino que ha recorrido el melón no está tan claro. La secuenciación del genoma de 1.175 variedades de esta especie indicó que se ha domesticado tres veces de forma independiente
Ahora, en nuestro laboratorio, estamos interesados en conocer cuál es el proceso de maduración del fruto. Estamos investigando qué genes y programas genéticos regulan que el melón madure de una forma u otra. Esto es relevante, sobre todo para las empresas de mejora.
En el caso de los melones climatéricos, como los de tipo Cantaloup y Galia, lo que quieren es que sean de larga vida, que se conserven mejor una vez recogidos. Evidentemente, no vamos a tener un melón que dure tres meses. Hay un límite, aunque no lo conocemos”, explica a SINC García-Mas casi una década después de su secuenciación.
A la forma de melones y sandías se une su característico color, sobre todo de estas últimas, de intenso color rojo. Esta peculiaridad probablemente es el resultado de la selección artificial, ya que sus antepasados poseían la pulpa pálida. Pero a pesar de que se sabe que la tonalidad depende del carotenoide licopeno, se desconoce qué gen regula la cantidad de esta sustancia.
Un estudio indica que las mutaciones que le dan el color rojo a la sandía han predominado debido a las técnicas humanas.