La presencia de un ejemplar de tintorera obligó a desalojar una playa en Benidorm, en Alicante, España. Este ejemplar de tiburón, de unos dos metros y 60 kilos, se desorientó y acabó en una zona llena de bañistas.

Una publicación del periódico español “El País” describe que un equipo de rescate del Oceanográfico de Valencia consiguió capturarlo y, tras unas pruebas, comprobó que tenía un buen estado de salud y lo devolvió al mar. El sábado, ese mismo ejemplar fue localizado en el municipio de El Campello, 30 kilómetros al sur.

Al día siguiente, se encontró su cuerpo sin vida en esa localidad. La causa de la muerte parece ser una pequeña herida bajo el párpado del animal, que ya podía observarse en algunos vídeos grabados el jueves por el Servicio Marítimo de la Policía Local y que es compatible con el ataque de un pez espada.

Este tipo de agresiones eran un completo misterio para los científicos hasta hace poco, pero una serie de casos recientes ha redirigido las investigaciones hacia las relaciones entre estos animales.

El primer caso de tiburón muerto por el ataque de un pez espada del que se tiene constancia científica ocurrió en Valencia en 2016.

Ese primer artículo fue una llamada de atención a la comunidad científica para comprobar si había más indicios de este tipo de ataques. Desde entonces, se han publicado artículos similares desde Italia y Libia.

Para junio de 2019, el grupo de Penadés había conseguido documentar otras cinco agresiones, aunque desde entonces han encontrado nuevos casos, que publicarán próximamente. En todos ellos, las estocadas siguen un mismo patrón. “Los ataques son a la cabeza, por lo que hay una intencionalidad por parte del pez espada.

No es un ataque fortuito. Además, es muy certero porque va a los ojos o al cerebro, que son estructuras vitales”, asegura Penadés.

Debido a los pocos datos disponibles, resulta complejo saber si los ataques a otras zonas del cuerpo también son habituales. Del mismo modo, los investigadores desconocen si se trata de una agresión proactiva de los peces espada o en defensa propia, aunque Penadés sospecha que, debido al menor tamaño de estos, es probable que busquen defenderse.

El principal escollo para encontrar más muestras de estos ataques es que los tiburones no flotan. “Es muy difícil que un tiburón acabe varado. Con los delfines es más fácil porque flotan, pero los tiburones normalmente se hunden”, dice Penadés.

La explicación a por qué se están detectando más este tipo de ataques podría ser muy simple. “Hasta ahora nadie se había puesto a mirar eso”, asegura el experto. Podría haber una causa que los provocara, opina, como el calentamiento global, que podría tener alguna influencia, pero admite que actualmente no tienen datos para certificarlo.

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