De entre todos los sentidos que utiliza el ser humano para relacionarse con el mundo, la vista tiene un lugar destacado.
Más allá del oído y el tacto, la visión se considera el sentido más importante por personas de muy diferentes culturas y esto se refleja, a su vez, en infinidad de elementos de las sociedades humanas que giran en torno a la estética.
La pérdida total de la vista supone, así, una desconexión sustancial de parte de ese mundo y una dificultad añadida en la vida diaria.
Recientemente, un equipo internacional de científicos ha mostrado el potencial de una nueva herramienta en este campo de investigación: un sistema formado por un implante cerebral con microelectrodos combinado con unas gafas que funcionan como una retina artificial.
Los resultados del estudio clínico piloto, publicados en la revista The Journal of Clinical Investigation, muestran la evolución de la visión de Bernadeta Gómez, ciega desde hace 16 años, durante seis meses de entrenamiento y uso de dicha tecnología.
Investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche, de la Universidad de Utah y del Instituto de Neurociencias de Holanda han trabajado de forma conjunta para probar, por primera vez, la utilidad de un implante que se coloca sobre la corteza cerebral tras una cirugía de unas 3-4 horas.
Este implante consiste en una diminuta matriz, (4,4 mm de largo y 4,2 mm de ancho) compuesta por 96 microelectrodos de 1,5 mm de largo que son capaces de estimular a las neuronas y registrar de manera simultánea su actividad.
Esta tecnología ya se había usado antes para que personas con miembros amputados pudieran mover extremidades robóticas a través del pensamiento y también en primates para restaurar ciertos detalles de su visión.
Bernadeta Gómez perdió la visión completamente a los 57 años, en 2005, debido al daño irreversible de los nervios ópticos (que conectan los ojos con el cerebro) provocado por graves complicaciones frente a una infección. Desde entonces, no había experimentado ninguna sensación visual del mundo a su alrededor.
Sin embargo, esto cambió cuando los investigadores le colocaron y activaron un diminuto implante en una región cerebral responsable de la visión (la corteza visual), situada en el lóbulo occipital, en la parte posterior de la cabeza.
Gracias a la estimulación de las neuronas con esta implante, Gómez podía distinguir diminutos destellos de luz (llamados “fosfenos”) en lugares concretos de su campo visual.
Los investigadores ven el potencial de esta herramienta para dar más autonomía a los invidentes en el futuro, pero reconocen que se encuentran en una fase muy inicial.
Planean utilizar el implante en más personas, activando más electrodos y con un sistema más sofisticado de codificación de las imágenes del exterior, para conseguir así más datos sobre su funcionamiento y también perfeccionar el sistema.