La tuberculosis está arrasando. Durante gran parte de los dos últimos siglos ha sido la principal causa de muerte en muchos de los países más ricos del planeta, seg´8n publica en amplio reportaje el periódico español “El País”.
Se indica que antes de la covid-19, todavía era la enfermedad infecciosa más mortal del mundo. Ahora está aumentando nuevamente, impulsada por la interrupción en su control y tratamiento que ha supuesto la pandemia, por la pobreza y el estigma, así como por el actual conflicto en Ucrania.
Es muy probable que esta guerra –como las que acaecen en otras partes del mundo– exacerbe la situación, lo que provocará un aumento de la tuberculosis en toda la región e incrementará el sufrimiento y pérdida de vidas. Incluso antes de la invasión, Ucrania tenía una de las mayores cargas de tuberculosis multirresistente, la forma más letal de la enfermedad.
La pandemia nos ha desviado aún más del camino. En 2020, más de 2.4 millones de personas murieron de VIH, tuberculosis y malaria, es decir, un 4,5% más que en 2019. Es probable que este funesto total haya vuelto a aumentar en 2021, puesto que observamos cómo el efecto de las interrupciones causadas por la pandemia se traduce en un aumento de las infecciones y las muertes.
Para revertir esta tendencia y volver a la trayectoria que nos permita acabar con estas tres enfermedades, debemos actuar con decisión. Frente a adversarios tan terribles como el VIH, la tuberculosis y la malaria, no hay término medio: o ganamos o perdemos. En estos momentos estamos siendo testigos del retroceso de muchos años de logros conseguidos con gran esfuerzo. Las cifras de muertes por malaria en 2020 nos devuelven a niveles de 2012.
La asociación del Fondo Mundial, con el fin de impulsar la lucha contra estas enfermedades mortales y ayudar a los países a construir sistemas de salud más resilientes y sostenibles, pretende recaudar al menos 18,000 millones de dólares para su próximo ciclo trienal.
Aumentar las inversiones en la lucha contra el VIH, la tuberculosis y la malaria y en el fortalecimiento de los sistemas para la salud es un imperativo moral, puesto que se pueden salvar millones de vidas.
Hace veinte años, el VIH, la tuberculosis y la malaria parecían imbatibles. Pero el mundo se negó a aceptar que cualquier persona, en cualquier lugar, muriera de enfermedades prevenibles y tratables simplemente por ser quien es o por dónde vive. Nos unimos, contraatacamos y doblegamos estas enfermedades.
Se indica que, en 2022, el mundo debe volver a acudir a ese espíritu de solidaridad. Debemos impedir el resurgimiento de estas enfermedades. Debemos proteger a todos de las enfermedades infecciosas más mortales del mundo, ya sean las del pasado (VIH, tuberculosis y malaria), las más recientes (covid-19) o las que están por llegar.
Invertir en el Fondo Mundial salvará vidas de las enfermedades infecciosas actuales y protegerá a las personas de las amenazas de enfermedades infecciosas del mañana. Es la forma de luchar por lo que verdaderamente importa.