En 2001 un grupo de arqueólogos encabezados por William Saturno descubrió una nueva ciudad maya semioculta en la selva de El Petén, en Guatemala. La llamaron Las Pinturas, así en español, por uno de los tesoros que encontraron en la primera cámara: murales pintados en vivos colores.

Entre ilustraciones de sus dioses y el origen del mundo, había una de las primeras muestras de la escritura de la civilización mesoamericana. Ahora, se ha identificado la primera referencia al calendario maya en dos fragmentos de mural encontrados en lo más profundo de Las Pinturas.

El hallazgo muestra que los mayas organizaban el tiempo de forma ritual mucho antes de lo que se creía, según se señala en un reportaje publicado por el periódico español “El país”.

Durante más de 10 años, Hurst, Beltrán y otros arqueólogos, como el director del Centro Mesoamérica de la Universidad de Texas David Stuart, que participó en el descubrimiento inicial, han intentado resolver este rompecabezas de 7,000 fragmentos.

Con el concurso de sofisticadas tecnologías de imagen y su conocimiento acumulado sobre la civilización maya han logrado recomponer escenas que muestran el origen del mundo según los mayas, de sus dioses, como el del maíz o al dios sol levantándose sobre la montaña.

La relevancia del hallazgo del siete venado reside en que se trataría “de la fecha más antigua registrada, en este caso en un mural”, según Beltrán. Pero debían de llevar usándolo mucho tiempo.

San Bartolo ya existía hace unos 400 años de esta era. El propio estilo de los escribas “tan depurado”, como destaca Hurst, sugiere una tradición que venía de más atrás.

Además, aunque los mayas y otros pueblos de Mesoamérica tenían distintas formas de organizar el poder y sociedades diferentes, usaban el mismo calendario ritual visto en San Bartolo, un calendario que siguen usando las comunidades indígenas.

Para los descubridores del siete venado, San Bartolo aún tiene muchos secretos por desvelar. Algunos siguen dentro de la pirámide. Pero otros están fuera. Hasta la ciudad llegan o parten de ella cuatro calzadas. “San Bartolo está en el centro de algo, ahora tenemos los ojos puestos en saber dónde acaban estos caminos”, dice la arqueóloga Heather Hurst.

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