El animal terrestre más viejo del mundo es Jonathan, una tortuga gigante que vive en el archipiélago de las Seychelles y que hace unos meses cumplió 190 años. Se calcula que nació alrededor de 1832, aunque al no haber un registro podría haberlo hecho incluso antes, según se desprende de un artículo publicado la agencia española SINC.

La publicación dice que Jonathan es también el reptil más longevo en la historia. Sin embargo, el suyo no es el único caso. Se sabe que algunas especies de tortugas y otros ectotermos (animales de sangre fría) tienen una vida extraordinariamente larga. Se calcula que nació alrededor de 1832.

“Por lo general las teorías evolutivas del envejecimiento se han hecho sobre los mamíferos. Por eso se ha podido comprobar que este proceso existe en ellos y en aves, pero esto no siempre ha sido comprobado en reptiles y anfibios, que tienen ciclos de vida y estrategias de supervivencia muy diferentes”, explica Fernando Colchero, coautor del estudio.

“Si conseguimos entender qué permite que algunos animales envejezcan más lentamente, podemos comprender mejor el envejecimiento en los humanos, y podemos también definir estrategias de conservación para reptiles y anfibios, muchos de los cuales están amenazados o en peligro de extinción”, explica David Miller, autor principal de la Universidad PennState.

Por su parte, los expertos de la universidad danesa han observado que el 75 % de las especies de tortugas analizadas muestra una senescencia extremadamente lenta y, en algunos casos, incluso la falta de envejecimiento biológico, que se define como insignificante.

Según explica Dalia Conde, otra de las autoras del primer estudio, muchas especies de tortugas pueden reducir su tasa de envejecimiento en respuesta a las mejores condiciones de vida en zoológicos y acuarios, en comparación con el estado salvaje.

Según algunas teorías evolutivas, la senescencia aparece después de la madurez sexual como un intercambio entre la energía que un individuo invierte en reparar daños en sus células y tejidos, y la energía que aporta a la reproducción para que sus genes pasen a las siguientes generaciones.

“Es sorprendente que en las tortugas y en muchos reptiles no solo logran disminuir la tasa de envejecimiento, sino que además su capacidad de reproducirse aumenta con la edad. Por ejemplo, la cantidad de huevos que puede poner una tortuga hembra cuando acaba de llegar a la madurez sexual es solo una fracción de las que puede poner cuando es más vieja”, insiste Colchero.

Miller explica que la hipótesis del modo termorregulador sugiere que los organismos ectotermos, que utilizan la temperatura externa para regular la de su cuerpo y, por lo tanto, a menudo tienen metabolismos más bajos, envejecen más lentamente que los endotermos, indica el investigador.

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