En 2013, Nicolás Maduro llegó a la presidencia de Venezuela tras la muerte de su predecesor Hugo Chávez. Desde entonces, el tráfico de cocaína en el país ha experimentado cambios revolucionarios.

En la actualidad, Venezuela corre el riesgo de convertirse en el cuarto productor global de cocaína. Y el régimen de Maduro se ha posicionado como custodio del tráfico de drogas en el país, ejerciendo control sobre el acceso a los ingentes ingresos de la cocaína, no solo para los narcotraficantes, sino también para los políticos corruptos y la red de tráfico infiltrada en el ejército, conocida como el “Cartel de los Soles”.

Producto de más de tres años de investigación, cientos de entrevistas y trabajo de campo en todos los territorios claves del narcotráfico en Venezuela, esta investigación de InSight Crime aparecida en su portal de internet, analiza uno de los centros de tráfico de cocaína más importantes del mundo, y el régimen autoritario que mantiene el flujo de narcóticos.

En 2013, Nicolás Maduro asumió la presidencia de uno de los centros más importantes de distribución de cocaína del mundo, y con él heredó un narcoecosistema único, donde se había borrado la línea entre la delincuencia organizada y las instituciones del Estado. Desde entonces, tanto el narcotráfico como la participación del Estado en el negocio no han parado de crecer.

El narcotráfico ha cobrado importancia como un componente de las estrategias de Maduro para aferrarse al poder ante los embates sufridos por su gobierno a causa de las constantes crisis sociales, políticas y económicas que enfrenta el país.

Su objetivo no ha sido captar para sí mismo las riquezas del tráfico transnacional de cocaína, sino controlar y canalizar su flujo, usándolas como un mecanismo para premiar a los poderes políticos, militares y criminales que Maduro necesita para mantener el control del gobierno.

El gobierno estadounidense estima que anualmente se trafican por Venezuela unas 250 toneladas de cocaína, que representan entre el 10 y el 15 por ciento de la producción global estimada.

Sin embargo, aunque las organizaciones criminales mueven el grueso de la cocaína, son los actores estatales quienes modelan y controlan el mundo en el que operan. En este contexto, los traficantes dependen del acceso a estas redes penetradas por el Estado y de las ventajas que ese acceso les confiere.

Las células narcotraficantes en el ejército y la policía, que se denominan colectivamente Cartel de los Soles –cuyo modus operandi se explora en detalle en el capítulo 3 de esta investigación— trasiegan narcóticos por todo el país en representación de los grupos criminales, controlan las exportaciones de drogas por medio de puertos y aeropuertos, y facilitan y protegen las redes de narcotráfico. La próxima semana le daremos más información de este tema.

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