De norte a sur, México está atravesado por bandas delictivas o criminales que no salen en las series de televisión surcando el cielo con su carga de drogas, denuncia en su edición impresa el periódico español “El país”.
La publicación asegura que sin estar encabezadas por célebres mafiosos, se han tejido infinitas redes de extorsión a la pequeña y mediana economía que ahogan a la agricultura, el comercio y llegan hasta las viviendas, donde el ciudadano se siente cada día más desconcertado sobre el destino final de su dinero cuando llena la cesta de la compra o el tanque de la gasolina; cuando carga el gas en la casa o se toma una cerveza; cuando adquiere productos en el tianguis o se cuida la salud en una clínica.
Detrás de un incendio en el mercado o de la subida del precio de las tortillas o el desabastecimiento de pollo están las bandas criminales, con una penetración en la economía tan amplia que es casi imposible encontrar una transacción que no les beneficie, directa o indirectamente.
El reportaje fechado en México los días en que el crimen organizado se concentraba en el narcotráfico quedaron en el pasado.
En opinión del analista de seguridad Guillermo Valdés, muchas organizaciones cambiaron su empuje delictivo nacional para situarse en el negocio de la extracción de rentas sociales.
Dice Valdés que hay organizaciones criminales que captaron a los delincuentes tradicionales y les abrieron nuevas vías de negocio a cambio de la mitad del pastel. La extorsión, el cobro del piso, se extendió por todo el país. Hará de esto 10 ó 12 años.
Añade que el asunto no ha hecho más que perfeccionarse. Cuando uno compra en un tianguis un kilo de limones o de aguacates no sabe cuánto de su dinero se empleará en pagar el piso o si la mercancía es robada o si al tendero se le ha impuesto un proveedor desnudando las ganancias de otro
El cierre de las pollerías en el mercado central de Chilpancingo, la capital de Guerrero, hace unas semanas, llevaba el sello criminal. Laura Atuesta, coordinadora del programa de Política de Drogas del CIDE, aventura un motivo: “Muchos taqueros, polleros son captados para vender drogas al menudeo, ellos son repartidores a domicilio, tienen su infraestructura. Si se niegan, los matan”, dice.
Atuesta lo ve como una guerra en el inframundo. Los muertos son un peaje que no importa a casi nadie, son pobres los que extorsionan y son pobres los extorsionados.
La solución, para esta analista, sería el fortalecimiento de la policía local. “No estoy mandando al Ejército a los cuarteles, no, pero si se apuesta todo por los militares y la Guardia Nacional se está desprotegiendo a la población”, que se va acostumbrando a la ilegalidad y al delito como un modo de vida.