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Por qué sentimos frío cuando baja la temperatura o cuando anolamos un mentolado

En la superficie de nuestras células se producen unas proteínas sensibles a los cambios de temperatura que, cuando hace frío o calor, se abren para formar un canal por el que pasa un flujo de iones que informa a la célula de lo que está sucediendo en el exterior.

 “Esas antenas bioquímicas, que tienen todos los seres vivos, traducen las señales físicas de nuestro entorno y nos permiten comunicarnos con el exterior”, explica Teresa Giráldez, experta en estos canales iónicos de la Universidad de La Laguna en Tenerife.

Entender y regular estas antenas tiene un gran interés para la medicina, porque puede ser un camino para modular el dolor, afirma en el periódico español “El País”.

Uno de los fenómenos que se ha observado con el estudio de estos canales es que hay sensaciones que pueden tener su origen en cambios físicos o químicos. El calor se puede sentir por un aumento de temperatura, pero también si se toma una comida muy picante.

Esto es lo que descubrió a finales de los noventa David Julius, uno de los galardonados con el premio Nobel de Medicina de 2021 por su estudio de los canales iónicos. Trabajando con la capsaicina, la molécula que hace que piquen las guindillas, identificó el receptor TRPV1, el canal que explica el calor que sentimos cuando comemos algo picante o cuando caminamos por la calle a 35 grados. Tiempo después, el mentol, el ingrediente de los chicles que hacen sentir frescor en la boca, sirvió para identificar el receptor TRPM8, encargado de comunicarnos el frío.

Estos receptores permiten mantener una temperatura adecuada, mandando señales para que los vasos sanguíneos de nuestra piel se contraigan, ayudando a mantener la temperatura cuando hace frío, o se dilaten, para ayudar a refrescar cuando hace calor. Pero también están relacionados con la sensación de dolor o con la regulación de otros procesos esenciales.

Eso hace que casi el 18% de los fármacos que se utilizan hoy tengan los canales iónicos como diana y que conocer su funcionamiento con precisión sea muy prometedor para diseñar fármacos, que hagan posible, por ejemplo, reducir un tipo de dolor específico sin los efectos secundarios de los analgésicos actuales.

Viana, que ha realizado estudios de estos canales con potencial para prevenir el dolor neuropático asociado a tratamientos contra el cáncer, señala que “conocer la estructura atómica de estos canales es importante para poder hacer un diseño racional de fármacos”, que reduzca la parte de ensayo y error que aún existe en la búsqueda de medicamentos.

Giráldez también cree que tener imágenes a nivel molecular del funcionamiento de esta máquina tendrá aplicaciones prácticas Destaca también la importancia de esta investigación básica “para conocer nuestra naturaleza y la forma en que sentimos y nos relacionamos con nuestro entorno”. Después, “cuanto mayor sea el conocimiento de base de esos mecanismos, mejor podremos atacar los problemas relacionados con su funcionamiento”, concluye.

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