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¿A qué se debe la gran longevidad de los reptiles y los anfibios?

¿Se puede vivir sin envejecer? Desde un punto de vista evolutivo, y según los modelos ampliamente aceptados, la llamada “senescencia”, es decir, el envejecimiento físico, es inevitable en todas las especies.

La revista “Investigación y Ciencia” señala que, sin embargo, no todas las especies envejecen al mismo ritmo, y algunas viven más que otras, como las tortugas.

El animal terrestre vivo más longevo que se conoce es una tortuga gigante de las Seychelles, apodada Jonathan, de 190 años de edad. Otros ectotermos también disfrutan de una vida relativamente larga.

Para arrojar luz sobre esta asombrosa resistencia al paso del tiempo, un consorcio internacional de 114 investigadores, algunos de ellos del Museo Nacional de Ciencias Naturales han recopilado y analizado los datos demográficos de 107 poblaciones que representan a 77 especies de reptiles y anfibios en libertad.

El equipo se interesó por la tasa de envejecimiento, que corresponde al aumento de la tasa de mortalidad con la edad, y que se calcula mediante modelos matemáticos. Descubrieron que dentro de los ectotermos había una gran variabilidad en la tasa de envejecimiento, mayor que la observada en las aves y los mamíferos.

Los cocodrilos, las salamandras y las tortugas comparten el podio, con tasas de envejecimiento especialmente bajasen relación con su  tamaño. Los biólogos han demostrado que esta mayor longevidad corresponde a especies que están provistas de protección física, como caparazones gruesos y escamas, y de protección química, como venenos y sustancias nocivas.

Lo más sorprendente es que descubrieron que, en muchas especies de quelonios, salamandras y esfenodontes, la mortalidad no aumentaba en absoluto con la edad, o solo lo hacía ligeramente.

Este fenómeno, conocido como “senescencia insignificante”, a primera vista hace pensar en una eterna juventud: el riesgo de muerte de los individuos se mantiene constante a lo largo de su vida.

Sin embargo, esto no es así en la realidad, ya que el aumento de la tasa de mortalidad no es el único componente asociado al envejecimiento; también hay que tener en cuenta el mantenimiento de las funciones fisiológicas. De hecho, en algunas especies ectotérmicas, como los quelonios, se han observado casos de deterioro de estas funciones y de enfermedades mortales. Jonathan, la tortuga gigante de las Seychelles, puede tener casi doscientos años, pero ha perdido la vista y el olfato, y necesita ayuda para alimentarse.

Estas observaciones muestran que la asociación entre el envejecimiento y el aumento de la mortalidad no es universal entre los vertebrados. En el futuro será necesario establecer si el fenómeno de la senescencia insignificante es cierto y, si es así, cuál es el mecanismo biológico que lo sustenta.

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