victorias y derrotas ajenas nos beneficiamos por igual de ambos.
Este fenómeno lo describen las psicólogas Lauren Eskreis-Winkler, de la Universidad Northwestern, y Ayelet Fishbach, de la Universidad de Chicago, en Perspectives on Psychological Science.
En 2019, ya habían demostrado en una serie de estudios con más de 1,600 sujetos que la retroalimentación negativa impide el aprendizaje, incluso cuando una recompensa llama la atención. A los sujetos de la prueba siempre se les pedía que eligieran entre dos respuestas alternativas a una pregunta.
Al azar, se les dijo que tenían razón o que estaban equivocados. En ambos casos, sabían cuál era la respuesta correcta. A continuación, se realizó otra prueba con el mismo contenido, pero formulado a la inversa. Por ejemplo, la pregunta “¿cuál de estos dos personajes antiguos muestra un animal?” en la segunda prueba era “¿cuál de estos dos personajes antiguos no muestra un animal?”.
Después de una retroalimentación de éxito, los sujetos de la prueba en la segunda ronda sabían la respuesta correcta a la misma pregunta en una media del 80 por ciento de las veces. Después de una retroalimentación sobre el fracaso, solo llegaron a un 60 por ciento: habían aprendido menos de él. También se observó un efecto similar con las preguntas sobre imágenes de personas, así como con las preguntas de carácter profesional.
Además, los participantes recordaban menos las dos alternativas de respuesta después de sus fallos que cuando no recibían ninguna respuesta. Pero si no respondían ellos mismos a las preguntas en la primera ronda, sino que otras personas les presentaban las respuestas correctas e incorrectas, sacaban tanta información de sus errores como de sus aciertos.
En cuanto no se trataba de ellos mismos, un error aparentemente ya no era un obstáculo para el aprendizaje.
De acuerdo con los investigadores aprender de los propios errores es agotador, emocional y cognitivamente. Por un lado, el fracaso amenaza al ego y, para protegerlo, se desvía la atención hacia él.
Por otra parte, las personas prefieren procesar la información que es coherente con sus creencias y expectativas e ignoran la que las contradicen, un error de juicio común conocido comosesgo de confirmación. Además, la información contenida en el fracaso no siempre es evidente. Hay que pensar a la vuelta de la esquina y deducir lo correcto de lo incorrecto.
Pero al hacerlo, te metes en tu propio camino. Quienes son capaces de aprender del fracaso aumentan sus posibilidades de éxito en el futuro, escriben Eskreis-Winkler y Fishbach.