La historia del ramón se remonta a hace más de cinco siglos, cuando los antiguos mayas conocieron sus beneficios. Lo llamaron Óox y hoy es común encontrarlo alrededor de zonas arqueológicas y en los patios de las casas mayas actuales. Este árbol prolifera en el sureste de México y Centroamérica.
Además de las múltiples propiedades de sus hojas, frutos y semillas, este árbol inspira proyectos comunitarios que generan empleos, opciones nutritivas de alimentación y, al mismo tiempo, la conservación del bosque tropical. Los conocimientos mayas respecto a sus bondades trascendieron hasta la actualidad y han sido corroborados por investigaciones científicas.
Desde la ciencia, no solo se plantea que este árbol puede ser aliado de la medicina o la nutrición, también se destaca su potencial para conservar o, incluso, regenerar los bosques de la península de Yucatán.
La generosidad de este árbol se refleja, entre otras cosas, en sus múltiples usos, entre ellos los que se han desarrollado para aprovechar sus propiedades alimenticias.
Sus hojas sirven como forraje para el ganado y para preparar infusiones. Del fruto se alimenta una buena cantidad de fauna selvática —venados, pecaríes, monos, murciélagos— y de la semilla deshidratada y molida se extrae una harina muy nutritiva. La cáscara de la semilla, el pericarpio, se utiliza para preparar té y, además, se puede fermentar para producir una bebida alcohólica.
Su madera es apreciada en la construcción, y el árbol en pie, con toda su frondosidad, es útil para brindar sombra y refrescar. Con su corteza se elaboran tónicos para tratar enfermedades como asma, diabetes, tuberculosis y bronquitis.
Para conocer el valor nutrimental de las hojas, frutos y semillas del árbol se han realizado análisis bromatológicos. Estos consisten en examinar los componentes de un alimento mediante procesos de digestión química e incineración y el uso de sustancias reactivas como éter o disolventes.
En el Centro de Investigación Científica de Yucatán y la Universidad Autónoma Metropolitana recolectaron la semilla del ramón en varias plantaciones y prepararon distintas muestras: semilla fresca, deshidratada, molida y picada, que después enviaron a analizar a laboratorios de México, Estados Unidos y Canadá.
“Constatamos que las semillas tienen una calidad nutricional muy alta, parecida al maíz. Se puede utilizar sin mayor problema para alimentar a la población y al ganado, por su contenido de proteínas, fibra y minerales, y no tiene gluten”, explica la investigadora Silvia Vergara, titular de la Unidad de Recursos Naturales en el CICY.
Pero ahora los científicos, mujeres cooperativistas y ejidatarios tienen un reto: ¿cómo aumentar la visibilidad y el consumo de los alimentos derivados de las hojas y semillas del ramón para atender problemas mayores? Su éxito tendría como resultado el aporte a temas como la malnutrición o la inseguridad alimentaria en México.