Dos artículos recientes han demostrado que, durante un período crítico del desarrollo del cerebro, el microbioma del intestino contribuye a moldear una red cerebral que será fundamental para desarrollar las habilidades sociales necesarias más adelante.
De acuerdo con la revista española de divulgación “Investgación y Ciencia”, esta influencia fue detectada por primera vez en peces, pero las pruebas moleculares y neurológicas parecen indicar que lo mismo podría ocurrir en los mamíferos, incluidos los humanos, aunque con algunas variaciones.
Las investigaciones realizadas durante las últimas décadas nos han demostrado que el intestino y el cerebro se influyen mutuamente. Por ejemplo, se han relacionado algunos tipos de úlceras intestinales con el empeoramiento de los síntomas de enfermedades como el párkinson.
Además, sabemos desde hace tiempo que las enfermedades gastrointestinales son más frecuentes en personas que también padecen trastornos del neurodesarrollo, como el del espectro autista y el TDAH.
Kara Margolis, gastroenteróloga pediátrica del Langone Health de la Universidad de Nueva York, que no participó en la nueva investigación, señala que «no solo el cerebro influye en el intestino, sino que también ocurre al revés». Sin embargo, no está tan claro cómo lo hacen.
No está claro cómo los microbios intestinales envían señales al cerebro en desarrollo para producir estos efectos. Las bacterias liberan una asombrosa variedad de sustancias químicas, y cualquier compuesto lo suficientemente pequeño podría, en teoría, atravesar la barrera hematoencefálica.
Pero también es posible que las células inmunitarias que se desplazan entre el intestino y el cerebro lleven consigo moléculas de señalización, o que ciertas señales viajen desde el intestino a lo largo del nervio vago.
Es más que posible que intervengan mecanismos similares en el desarrollo social. El agrupamiento social es una estrategia de supervivencia muy común en todo el reino animal.
Tal como señala Livia Hecke Morais, bióloga investigadora del Instituto Tecnológico de California que no participó en los nuevos estudios, “es uno de los comportamientos más comunes en todo el reino animal”, concluye.