La interocepción es la capacidad de percibir, en parte de manera consciente; en parte, inconsciente, las señales del interior del cuerpo. Las personas difieren en cómo las percatan y evalúan a nivel emocional.
De acuerdo con la revista española “Invstigación y Ciencia”, una teoría ampliamente aceptada, los cambios corporales y su percepción no son el resultado, sino la base de la experiencia emocional. Las señales corporales, como “marcadores somáticos”, nos ayudan a tomar decisiones intuitivas en una situación determinada.
Con frecuencia, la interocepción se altera en las enfermedades mentales, como la depresión, los trastornos alimentarios y de pánico. La terapia puede normalizar el procesamiento de las señales internas, por ejemplo, a través de la meditación o de masajes suaves específicos.
En diciembre de 1955, apareció un artículo impactante en la revista Brain. El neurocirujano canadiense Wilder Penfield describía en el escrito los experimentos que, junto con otro investigador, había llevado a cabo en pacientes con epilepsia. Los dos científicos sometieron a los participantes a un procedimiento arriesgado: les extirparon las regiones cerebrales que les causaban los ataques epilépticos.
Las operaciones se efectuaron bajo anestesia parcial con el objetivo de poder delimitar, mediante estímulos eléctricos en el cerebro, el foco de las convulsiones. Penfield tomó notas minuciosas de cómo reaccionaban los afectados a la activación de diferentes áreas cerebrales.
En una estructura sucedió algo curioso: el estímulo no tuvo como resultado el movimiento de alguna parte del cuerpo; tampoco provocó una sensación sensorial. En cambio, los pacientes percibieron la estimulación en su interior. Algunos informaron de una sensación extraña en el abdomen o de ardor de estómago; otros se sintieron mareados o tuvieron náuseas, mientras que unos más experimentaron retortijones o distensión intestinal.
La región cerebral que Penfield excitó se denomina corteza insular o ínsula. Se encuentra debajo de la sien, parcialmente oculta en un pliegue o circunvolución de la corteza cerebral.
Dicha capacidad desempeña un papel relevante. Cuando sentimos hambre, es hora de reponer nuestro suministro de energía, y cuando nuestra vejiga está muy llena, necesitamos ir al baño.
La interocepción es un proceso totalmente básico, sin el cual no podríamos sobrevivir, afirma Beate Herbert, catedrática de psicología en la Universidad Fresenius de Múnich y profesora no numeraria en la Universidad de Tubinga.
Las personas no somos conscientes de todas las señales del interior de nuestro cuerpo, concluye.
