El 30 de noviembre de 2022 OpenAI hizo público ChatGPT, un sistema de inteligencia artificial (IA) diseñado para mantener conversaciones a través de texto escrito. Su funcionamiento es muy sencillo. La persona pregunta y ChatGPT responde.
De auerdo con el periódico “El Economista”, lo que hace a esta herramienta radicalmente diferente de otros chatbots disponibles es el grado de elaboración y realismo de las respuestas que ofrece, de manera que es capaz de crear historias, escribir ensayos y realizar muchas otras tareas relacionadas con el lenguaje de manera similar a como lo haría un ser humano.
Recientemente, algunas universidades australianas han adoptado medidas ante los primeros indicios de que algunos estudiantes estaban utilizando sistemas de IA para la elaboración de ensayos académicos. Su propuesta: “volver al lápiz y el papel”. Otros centros educativos han prohibido a sus alumnos descargarse la aplicación.
ChatGPT, de momento una herramienta gratuita y de acceso abierto, plantea numerosos retos para la educación. El primero y más evidente hace referencia a los sistemas de evaluación utilizados para determinar si un estudiante ha adquirido los conocimientos y competencias esperados.
No importa cuán compleja sea la pregunta que se le formule al estudiante, con ayuda de ChatGPT podría responder potencialmente a cualquiera.
Con la aparición de esta y otras herramientas similares se hace más urgente si cabe la adquisición de habilidades relacionadas con el pensamiento crítico. Contrastar la información, acudir a las fuentes originales, evaluar los posibles intereses asociados a una determinada información, etc. son prácticas que deberían formar parte de nuestra rutina intelectual.
La discusión sobre la aplicación tiene varias aristas. Algunas propuestas consideran que prohibir ChatGPT no tiene sentido y que debe permitir su uso, a la vez que se desarrollan herramientas digitales de detección, en una suerte de “carrera armamentística de IA educativa”. Otras, la prohídebn de manera defintivamente sin dar lugara discusiones.
Una tercera vía sería reflexionar acerca de las posibilidades que ofrece ChatGPT para promover aprendizajes significativos. ¿Se podría utilizar esta herramienta para aprender más y mejor? ¿Podría su uso incentivar la creatividad de las y los estudiantes, en vez de atrofiarla?
Por de pronto ya nos estamos enterando que la inteligencia artificial es capaz de hacer muchísimas cosas antes impensables. Quizá falta poco para que llegue el día y esos ensayos que hoy ChatGPT elabora de manera profesional puedan llegar al grado de realizar profundos trabajos de investigación como tesis y hacerlos pasar como originales.
Lo difícil será entonces saber quien plagipo a quien y nuestros legisladores federales tendrán que presentar, ahora si, una nueva ley que impida castigar a los plagiarios de alguna tesis que pueda tener efectos en la titulación universitaria de algún alto ministro.
