El suicidio es un problema de salud pública global. Según la OMS cada año unas 703 mil personas se quitan la vida luego de numerosos intentos, apuntó Gabriela Gómora Figueroa, jefa de sede del Espacio de Orientación y Atención Psicológica del Instituto de Fisiología Celular.
Dijo que de acuerdo con cifras de mortalidad del Inegi, en 2020 se registraron 7 mil 818 decesos por lesiones autoinfligidas, lo que representó 0.7 por ciento del total de muertes en el año y una tasa de suicidios de 6.2 por cada 100 mil habitantes.
Puntualizó que el suicido es un tema complicado y doloroso que impacta de manera importante a la población, “la ideación suicida tiene ciertos indicadores que todos podríamos llegar a experimentar”.
La especialista universitaria indicó que las muertes por esta causa pueden ocurrir a cualquier edad, sin embargo, la tasa más alta de suicidios reportada en el país es en jóvenes de entre 18 y 29 años, “de hecho en 2019 fue reportada como la cuarta causa de fallecimientos en ese grupo etario”.
La Encuesta Nacional de Salud 2018 mencionó que cinco por ciento de la población encuestada declaró que alguna vez han pensado en suicidarse y dos por ciento señaló que en alguna ocasión se ha dañado con ese propósito. Aunque la literatura ha reportado que esas cifras son solo un estimado, pues muchos casos no se contabilizan o registran.
Destacó que el suicidio es una conducta y no un trastorno mental en sí; desde la perspectiva del comportamiento, se le ubica como una solución para regular emocionalmente algo que una persona está sintiendo y también para resolver problemas, se vuelve un escape o huida ante una cantidad importante de dolor psicológico, intolerable e intenso que ya no puede sobrellevar y que sobrepasa la tolerancia del individuo en un momento en particular.
Entre los signos de alerta de suicidio se pueden observar ciertas señales de peligro, entre ellas que el individuo exprese su deseo de morir o bromear al respecto, autodesprecio, falta de autoestima y respeto a sí mismo; desesperanza, sentirse una carga para los demás o atrapado sin salida, investigar formas de morir, despedirse, aislarse de los demás, ir despojándose de objetos de valor; provocar situaciones temerarias e impulsivas y consumo de sustancias.
Gómora Figueroa destacó que en situaciones de riesgo se debe escuchar a la persona afectada, preguntar, acompañarla, mostrar interés, apoyarla, respetarla, tomar en serio la situación, validar y buscar cuál sería la red de servicios disponible para su atención, entre otros aspectos.
El riesgo suicida es un tema difícil, hablar de ello y dar lugar a la experiencia que una persona puede estar sintiendo podría contribuir a que sea algo que asuste menos, a que el individuo afectado consiga ubicar otras alternativas de encontrarle sentido a lo que le ocurre, finalizó la experta.

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