Quizá haya escuchado alguna vez que nuestro cerebro y nuestro intestino están conectados. De hecho en otros eposios de este informativo le hemos hablado del eje intestino-cerebro, el cual describe un concepto fisiológico que integra todas las señales neuronales, endocrinas, nutricionales e inmunológicas entre un sistema y otro.

Sin embargo, es ahora cuando comenzamos a descubrir las relaciones entre el sistema nervioso central y el gastrointestinal.

Ciertas enfermedades neurológicas y del comportamiento se han asociado a un aumento de la permeabilidad intestinal y al paso de compuestos inflamatorios, llamados citoquinas, y neuromoduladores al torrente sanguíneo, y de ahí a nuestro cerebro.

De hecho, algunas bacterias son capaces de producir dopamina, serotonina o norepinefrina, claves en procesos fisiológicos, de memoria, aprendizaje y comportamiento.

Así pues, la alteración de la microbiota intestinal puede modificar nuestra conducta y se ha asociado a trastornos nerviosos centrales, como el autismo, la depresión o los comportamientos de ansiedad.

Lo definieron como “un organismo vivo que, cuando se ingiere en cantidades adecuadas, produce un beneficio para la salud de los pacientes que padecen enfermedades psiquiátricas”.

Los autores sostienen que la alteración de la microbiota intestinal puede modificar nuestra conducta y se ha asociado a trastornos como el autismo, la depresión o la ansiedad.

Por lo tanto, los psicobióticos se diferencian de los probióticos en que, debido a sus propiedades, los primeros influirían directamente en esa comunicación bidireccional entre el cerebro y el intestino.

Hoy en día es un término controvertido ya que, según algunos autores, debería ampliarse a cualquier intervención que tenga un efecto psicológico a través de cambios en el microbioma intestinal, como el deporte o la dieta.

El uso de bacterias como la Lactococcus han probado servir para combatir la ansiedad, mejorar la calidad del sueño, y reducir el estrés o la depresión.

Los autores afirman que los psicobióticos, así como los probióticos, pueden ayudar a combatir determinadas dolencias o afecciones, pero jamás pueden sustituir una vida saludable o las visitas al médico.

Como hemos comentado anteriormente, la efectividad de los psicobióticos depende de sus características, y estas deben ponerse a prueba en estudios clínicos. Solamente así podremos afirmar si tienen o no un efecto significativo en determinadas poblaciones y comprender su mecanismo de acción.

Como hemos comentado anteriormente, la efectividad de los psicobióticos depende de sus características, y estas deben ponerse a prueba en estudios clínicos. Solamente así podremos afirmar si tienen o no un efecto significativo en determinadas poblaciones y comprender su mecanismo de acción.

Los autores afirman que los psicobióticos, así como los probióticos, pueden ayudar a combatir determinadas dolencias o afecciones, pero jamás pueden sustituir una vida saludable o las visitas al médico. Como hemos comentado anteriormente, la efectividad de los psicobióticos depende de sus características, y estas deben ponerse a prueba en estudios clínicos. Solamente así podremos afirmar si tienen o no un efecto significativo en determinadas poblaciones y comprender su mecanismo de acción

A %d blogueros les gusta esto: