Un niño mimado de la medicina regenerativa, el ajolote puede regenerar extremidades amputadas, sus ojos, sus branquias externas con volantes e incluso tejido cerebral. Alrededor de 1 millón están en cautiverio en laboratorios y acuarios en todo el mundo. Linda para algunos, grotesca para otros, la salamandra también ha dejado su huella en la cultura pop, apareciendo como un personaje en los juegos en línea.
En México, su imagen adorna el billete de 50 pesos. El ajolote es omnipresente y, al mismo tiempo, desaparece. La única población salvaje que queda está haciendo su última resistencia aquí, en canales aislados de un antiguo hábitat que se ha vuelto demasiado hostil para sostenerla.
Ahora, este refugio también está en peligro. Los empresarios han estado comprando chinampas, convirtiendo algunas en canchas de fútbol y construyendo pabellones en otras para fiestas con antorchas. “Este fenómeno de gentrificación es una gran amenaza”, ya que las empresas están menos involucradas que los agricultores en mantener limpios los canales, dice Luis Zambrano González, biólogo de la UNAM que lleva 20 años tratando de evitar la extinción del ajolote.
La mejor oportunidad del animal puede ser la restauración agresiva del hábitat. Zambrano espera ampliar el número de refugios en los canales de los 20 actuales, que suman 5 kilómetros de vías fluviales, a 200, suficiente, dice, para sostener una población viable. “Una especie no es una especie si no está en su entorno”, argumenta.
Otros ven la salvación en criar ajolotes con especies estrechamente relacionadas, lo que podría introducir una variación genética que podría hacer que las poblaciones silvestres o cautivas sean más resistentes.
Las 15 especies de Ambystoma que se encuentran en el centro de México comparten una herencia genética con la salamandra tigre. Como la mayoría de los anfibios, tiene branquias y vive en el agua como larva antes de trasladarse a la tierra como adulto que respira aire. El ajolote es una de las cuatro especies del centro de México que rara vez, o nunca, se metamorfosea en la naturaleza.
Los aztecas veneraban al axolotl, creyendo que era la encarnación de Xolotl, un dios de la muerte y la transformación. Pero después de que los españoles fundaron la Ciudad de México, drenaron los lagos cercanos, reduciendo el hábitat del ajolote. El anfibio sufrió otro golpe en las décadas de 1970 y 1980, cuando las autoridades introdujeron la carpa y la tilapia en Xochimilco como alimento para la creciente población de la zona. Ambas especies se alimentan de huevos y crías de ajolote. Para agravar los problemas de la salamandra, las aguas poco profundas se han vuelto más cálidas y contaminadas. Una encuesta de 1998 registró 6000 ajolotes por kilómetro cuadrado. Pero el último censo, completado en 2015, estimó solo 36 por kilómetro cuadrado.
El riesgo de su desaparición es inminente.

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