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La felicidad no es eterna y los momentos alegres son efímeros

La felicidad no es eterna y los momentos alegres son efímeros. La felicidad por un hecho neuroquímico depende de sustancias que rápidamente desensibilizan a las neuronas, señala Eduardo Calixto, neurofisiólogo y académico de la Facultad de Medicina.
En un artículo publicado por Gaceta UNAM, el especialista dice que un punto esencial “es que el neurotransmisor dependiente de la felicidad, el que sustenta la sensación de plenitud, la dopamina, en concentraciones elevadas y por mucho tiempo, mata neuronas”.
Esto implica, precisa, que la felicidad debe ser corta y que el ser humano, conforme envejece, disminuye su cantidad de dopamina. “Somos más felices, en promedio, sin llegar a determinismos, a los 22 años. Después de esa edad empieza a disminuir todos los días, todos los años, la dopamina. Cuando se tienen 50 años, la gran desventaja es que, aunque hay más elementos para ser feliz, ya no se tiene la misma liberación de dopamina que a los 20. Casi nos quedamos con un 30 o 40 % de cuando éramos jóvenes”.
Indica que alguien de 19 años, por ejemplo, se ríe 320 veces al día, cuando esa persona ya tiene 50 años lo hace en unas 85 ocasiones, aproximadamente. “Está disminuyendo mi dopamina. No soy yo, es mi dopamina”.
La felicidad es muy compleja, afirma. “Para mantenerla, para entenderla, y para poder proyectarla se necesitan más regiones cerebrales. Hay otros factores como la endorfina, la oxitocina, el óxido nítrico y el glutamato, que son neurotransmisores involucrados en este proceso. Van cambiando su liberación, pero también tenemos que entender otro aspecto fundamental: la felicidad cambia su interpretación, los motivantes y los detonantes a lo largo de la vida. No siempre tenemos la misma cantidad de neuronas”.
En términos concretos, acota, “nacemos con 100,000 millones de neuronas. A los 25, 30 años de edad tenemos 86,000 millones de neuronas. Después de los 35-38 empezamos a perder todos los días de 5,000 a 15,000. Esto depende del nivel de estrés, de la alimentación y de las condiciones de vida, incluso desde la actividad sexual hasta el proceso de descansar”.
Si el ser humano aprende de manera gradual a despertar sus detonantes, a manifestar ese proceso, llegará al punto esencial en en el que podrá aprender a ser feliz con lo que tiene, señaló. “Entre más nos obsesionemos con la felicidad, prácticamente condicionaremos la liberación de dopamina”.
Lo que pasa entre los siete y 14 años genera una secuencia y una cicatriz neurológica que podemos llevar toda la vida, concluyó. “Esto implica claramente entonces que a algunas personas les costaría mucho trabajo ser felices en la vida, y sin embargo, independientemente de la edad que uno tenga, si uno lo tiene consciente puede empezar a trabajar en ello.

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