Imaginemos un planeta sin insectos… Así da inicio el reportage de la agencia española SINC para describir el impacto posible de un planeta donde de noche no se oye a los grillos ni a los búhos que se alimentaban de ellos.
Un lugar en el que los cultivos, los árboles frutales, las flores: las plantas que valoramos deben polinizarse a mano en tanto no quedan abejas, con el inevitable derrumbe de la producción. Las pasturas se asfixian bajo el estiércol acumulado debido a la desaparición de los escarabajos y las moscas que los descomponían. Solo se salvaron los mosquitos, favorecidos por el cambio climático; gracias a ellos la malaria se ha expandido a las zonas templadas; y también los pulgones, que devoran frutas y hortalizas sin temor a sus depredadores, mariquitas y tijeretas, hoy inexistentes.
Este es el crítico panorama que nos espera en pocas décadas si no variamos la tendencia en curso. Lo augura Dave Goulson, biólogo de la universidad de Sussex.
En su libro Planeta silencioso, describe minuciosamente el apocalipsis en ralentí del mundo de los insectos y aporta diversas hipótesis sobre la extinción de ciertas especies y la reducción de las demás poblaciones. A continuación, hace un apasionado llamamiento en su defensa, justificado en parte por la dependencia que tenemos de ellos; pero también por la devoción que siente por estas increíblemente diversas formas de vida y el sentido moral que obliga a velar por su existencia.
Cuantificar el declive de los insectos no es fácil: nadie sabe cuántas especies existen, aunque se calcula que unos cinco millones.
El biólogo británico ve en los pesticidas el gran enemigo de la mayoría de los invertebrados
En las huellas de Rachel Carson y su histórica denuncia del insecticida DDT, el biólogo británico ve en los pesticidas el gran enemigo de la mayoría de los invertebrados, capaz de penetrar los espacios protegidos y diezmarlos. El otro peligro lo plantea la expansión de la agroganadería y la urbanización de lugares silvestres: cada metro cuadrado de humedal secado o de bosque talado conlleva la muerte o el acorralamiento de sus moradores. Y advierte de las sinergias negativas de estos factores con el cambio climático: las tormentas, inundaciones y sequías se multiplicarán en perjuicio de la microfauna de las zonas afectadas, si bien reconoce que algunas especies se beneficiarán del calentamiento global.
Avezado divulgador, Goulson no desaprovecha la oportunidad para enriquecer nuestro conocimiento entomológico. Habla con enorme entusiasmo del papel polinizador de los abejorros y sabe compartir su asombro ante los zánganos que se impregnan del aroma de las orquídeas para resultar sexies; las hormigas melíferas que atesoran néctar para el deleite de los aborígenes australianos.
Es, en esencia, una lección de educación ambiental necesaria en una época en donde el contacto directo con los insectos se ha reducido a mínimos, mientras persiste la repugnancia y el rechazo hacia estos diminutos animales esenciales para nuestra supervivencia.

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