Izamal ha llamado la atención de la mirada internacional por sus clásicas casitas amarillas. Las fachadas coloniales de todo el pueblo están pintadas del mismo tono, sin excepción. Nadie se imaginaría que, debajo de esta manera de amarillo encendido, habría un antiguo cenote sagrado.
De acuerdo con National Geographic menos habría la gente pensado que por debajo del convento icónico de San Antonio de Padua: como coronando al pueblo, esta estructura colonial es uno de los atractivos turísticos más visitados de Izamal. Debajo de los amplios arcos de cantera que soportan la estructura del recinto, un amplísimo cenote ha permanecido oculto durante al menos 2 mil 500 años.
Cuando los españoles se encontraron con el desarrollo cosmogónico y religioso de los mayas, inmediatamente lo tacharon de idolatría. Específicamente en Izamal, el colonizador Diego de Landa emprendió una campaña evangelizadora para destruir cualquier indicio de lo que él consideraba idolatría y acabó con aquello que encontrara a su paso.
Sobre el antiguo espacio sagrado que representó el cenote de Izamal, De Landa erigió un convento. Lo nombró en honor al patrono de su orden sacerdotal, San Antonio de Padua, y el antiguo conocimiento maya se hundió en las profundidades del agua. Literalmente.
Con base en las crónicas de De Landa, los arqueólogos del INAH han conducido investigaciones para conocer más sobre la vida de los mayas durante la colonia. Fue entonces que dieron con este cenote en Izamal.
Parece ser que De Landa lanzó varios de los objetos de «idolatría» al interior del cenote de Izamal. Así, tal cual, para deshacerse de ellos e imponer una nueva narrativa religiosa en la región. Sin embargo, con las excavaciones del INAH, se han logrado recuperar algunas de estas piezas antiguas, entre otras ofrendas, esculturas y restos orgánicos.
Algunas de ellas son tan antiguas como el Periodo Formativo, entre los años 750 y 200 d.C. Además de arrojar luz sobre las formas de fe en la cultura maya previo al proceso de colonización, los arqueólogos esperan entender mejor cómo fue el proceso evangelizador en la zona. Por ello, los científicos consideran que este cenote en Izamal es una “cápsula del tiempo”.

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