El océano es un sistema vivo en el que todos los animales, plantas y elementos desempeñan un papel fundamental en el mantenimiento del equilibrio.
En ecosistemas marinos saludables, los virus, las bacterias y el fitoplancton absorben carbono, al igual que los peces que capturan carbón atmosférico, el cual transportan de la superficie marina hacia las aguas profundas y los sedimentos.
Recientemente se describió el enorme papel que juegan las ballenas en el control y mitigación del cambio climático. Con su enorme masa corporal y longevidad, acumulan carbono en su cuerpo durante toda su vida y cuando mueren naturalmente y se hunden en el fondo del océano, el carbono es depositado en el lecho marino. Cada gran ballena secuestra, en promedio, 33 toneladas de Co2.
Muchas especies de ballenas, como las barbadas, consumen grandes cantidades de presas en las profundidades y al subir a la superficie a respirar, liberan plumas fecales ricas en nutrientes, como nitrógeno y hierro, elementos que el fitoplancton utiliza para crecer.
Esto lo realizan a lo largo de sus migraciones, como en el caso de la ballena gris, que nace en las lagunas de Baja California Sur en México y migra a los mares de Bering y Chuckchy en el Polo Norte, donde se alimenta de krill en los lechos marinos, llevando a cabo una migración que abarca toda la costa norte del Océano Pacífico.
El mecanismo por el cual las ballenas transportan nutrientes de un lado a otro; es decir horizontal y de forma vertical, cayendo de la superficie al lecho marino, se conoce como la Bomba de ballenas.
A pesar de su importancia, la tasa de pérdida de ecosistemas marinos es más alta que la de cualquier otro ecosistema, incluso es cuatro veces mayor que la pérdida de selvas tropicales.
Hoy sabemos que en pocos años de actividades humanas directas o indirectas sobre el océano han llevado a un empobrecimiento biológico de todos los mares, con pérdida de biodiversidad, extractivismo, destrucción del hábitat y contaminación de todo tipo, que modifica los procesos ecológicos.
Un estudio publicado en 2021 establece que tan sólo en el siglo xx fueron cazadas al menos dos millones de ballenas, y reconoce el impacto que esto tuvo sobre las funciones ecosistémicas, que su recuperación implicará un periodo largo y enfatiza la importancia de recuperar las poblaciones de ballenas a niveles precacería.
Detener la degradación de los ecosistemas oceánicos y costeros reduciría la vulnerabilidad de las comunidades costeras e incluso podría ser una fuente de generación de ingresos económicos para estas comunidades.
