Una dieta con insuficiente ingesta de proteínas y lípidos de origen animal durante la niñez puede fomentar la pérdida de “antifragilidad” del organismo, lo que significa que pierde parte de su capacidad para responder ante cambios y perturbaciones, afirmó Isaac G. Santoyo, del Laboratorio de Neuroecología Cognitiva de la UNAM.
El investogador se refirió a un reciente trabajo que analiza cómo están moldeando las presiones ecológicas de nuestra biota intestinal y cómo actúan sobre diferentes funciones del organismo.
Los resultados publicados en la revista científica PLoS ONE indican que aquellos niños de una comunidad indígena “Me´phaa”, de la región de la montaña alta en Guerrero, que consumían más proteínas y grasas animales mostraron mejora significativa en la conectividad cerebral, especialmente en oscilaciones cerebrales importantes para funciones cognitivas, como el proceso atencional y la inhibición de distractores.
Aun cuando la composición general de la microbiota intestinal era similar en los infantes, aquellos con más consumo de proteínas y grasas animales mostraron mayor conectividad de su microbiota intestinal. Esto sugiere que el tipo de dieta es clave para la comunicación interna, más allá de la cantidad de microorganismos presentes.
“Este paralelismo encontrado es un paso importante para entender que no puede haber un cerebro sano si no hay una microbiota intestinal sana, de tal forma que el significado de una buena dieta debe ir más allá de contar calorías o nutrientes y se debe considerar la salud de la microbiota intestinal”, destacó.
Agregó que sn salud, los sistemas vivos logran soportar las perturbaciones, incluso llegan a beneficiarse de ellas, por lo que son antifrágiles.
Por el contrario, los frágiles se dañan o incluso se rompen. Un caso intermedio son los robustos o resilientes, que no se afectan o únicamente se dañan temporalmente, pero no se favorecen de la perturbación.
Por ello, continuó, la microbiota intestinal es un ecosistema que en salud es antifrágil. Una manera aproximada de estimar esto es estudiar que tan bien se transmite la información mediante la red ecológica de la microbiota, a través de la medición de su conectividad.
Detalló que no solemos pensar que lo que estamos eligiendo para comer nos afecta como un todo y dijo que su investigación demuestra que a través de la dieta podemos alterar la salud de nuestra microbiota, la cual, a su vez, mediante el eje intestino-cerebro afecta todas nuestras funciones cognitivas.
Afirmó que las políticas de salud pública deberían considerar este conocimiento que se genera a partir de la ecología microbiana intestinal, “porque es una herramienta que nos puede dar muchas soluciones que no tenemos actualmente, lo que podría dar solución a uno de los países con la mayor tasa de enfermedades crónico-degenerativas de cualquier índole”.
