Katalin Karikó nació en Hungría en enero de 1955, cuando el país estaba bajo la influencia soviética. La investigadora creció en Kisújszállás, un pequeño pueblo de 10 mil habitantes, donde su padre trabajaba como carnicero y su madre como contadora.
Desde temprana edad manifestó su interés por la ciencia y la naturaleza. Lo que más le gustaba eran las plantas.
En 1978, a los 23 años, después de graduarse con un doctorado en la Universidad de Szeged, se integró al Centro de Investigaciones Biológicas (BRC) de Szeged, donde se dedicó a investigar los lípidos.
Pero un día se topó con un químico, llamado Jenö Tomasz, que tenía un laboratorio de ARN.Desde ese momento, su vida cambió y todos sus esfuerzos se volcaron en este ácido ribonucleico y en cómo podía proporcionar efectos antivirales.
No obstante, los métodos que alcanzó a descubrir no eran posibles de aplicar para uso médico, y entonces se quedó sin apoyo ni financiamiento. Así, en 1985 decidió partir a Estados Unidos junto a su marido y una hija de apenas 2 años, sin un pasaje de vuelta.
Kariko vendió su auto familiar de marca Lada y escondió el dinero en el oso de peluche de su hija pues Hungría no permitía salir del país con divisas.
Ya instalada en Estados Unidos, ocupó un puesto como investigadora posdoctoral en la Universidad de Temple, en Filadelfia, donde participó en un ensayo clínico en el que se trató a pacientes con VIH.
Cuatro años más tarde, en 1989, se trasladó a la Universidad de Pensilvania donde, junto al cardiólogo estadounidense Elliot Barnathan, demostró que el ARNm, una vez insertado en las células, podía utilizarse para dirigir la producción de nuevas proteínas.
Pero la comunidad científica aún no le tomaba el peso a estos descubrimientos. Además, el ARN era criticado pues podía provocar reacciones inflamatorias.
La universidad de Pensilvania no renovó su contrato y la bioquímica fue degradada a un nivel inferior dentro del centro de estudios.
Tras ese punto bajo en su carrera, un encuentro fortuito con el inmunólogo Drew Weissman -también ganador del Nobel- vino a cambiar su suerte.
Weissman era experto en células dendríticas, que capturan moléculas de microbios y se las presentan a otras células del sistema inmunitario para establecer una mejor defensa. En ese momento, trabajaba en una vacuna contra el VIH.
Drew Weissman y Katalin Karikó, resultaron ganadores del premio Nobel de Medicina.

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