La increíble recuperación ecológica de una pequeña isla caribeña, que pasó de ser una roca desolada a un verde refugio de vida silvestre en tan sólo unos años, es un ejemplo para los ambientalistas de todo el mundo, según un reporte publicaco en el portal de la agencia británica BBC.
Los tenaces habitantes de Antigua y Barbuda que lideraron la metamorfosis de la poco conocida isla de Redonda, la tercera que forma el país, celebran otra hazaña impresionante.
El territorio de menos de un kilómetro de largo ha sido designado oficialmente como área protegida por el gobierno del país, lo que garantiza que se preserve para la posteridad su condición de lugar de anidación para aves migratorias y hogar de especies que no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra.
La Reserva del Ecosistema Redonda, que también abarca praderas de pastos marinos circundantes y un arrecife de coral, se extiende por unas colosales 30.000 hectáreas.
Pero Redonda no siempre fue así. Las ratas negras invasoras que se alimentaban de reptiles y comían huevos de pájaros, junto con las cabras introducidas por los primeros colonos devastaron su vegetación y dejaron a la isla con el aspecto de un paisaje lunar árido.
Un ambicioso proyecto lanzado en 2016 para reubicar a las cabras y erradicar las ratas hizo que la vegetación volviera, trayendo consigo un aumento exponencial de especies nativas.
El trabajo fue dirigido por la ONG local, Environmental Awareness Group, en cooperación con el gobierno y socios extranjeros, incluido Fauna and Flora International.
El grupo ya está realizando estudios de viabilidad con la esperanza de reintroducir especies encontradas en Redonda hace muchos años, como el mochuelo llanero, un pequeño pájaro de color arena que anida bajo tierra.
También se está estableciendo un sistema de gobernanza sólido para garantizar que la isla permanezca libre de especies invasoras. Eso incluye cámaras de vigilancia para detectar ratas errantes y monitorear las actividades pesqueras locales, que deben cumplir con estrictas pautas.
Para las pequeñas islas en desarrollo y que se encuentran en riesgo por el cambio climático, el éxito de Redonda representa una rara chispa brillante en medio de un exceso de titulares ambientales sombríos.
“Pero si todos ponemos de nuestra parte, juntos podemos marcar la diferencia”, concluyen los pobladores.
