Solo 1°C es la diferencia entre la temperatura promedio del cuerpo humano y, por ejemplo, la fiebre que se registra por los contagios de Covid-19. Ese mismo grado Celsius es lo que prácticamente ha aumentado en los últimos dos siglos la temperatura promedio de la Tierra.

Desde la segunda mitad del siglo XIX, con la segunda revolución industrial y el auge de las máquinas de combustión interna, el planeta aumentó su temperatura en promedio 1°C, de acuerdo con el reporte del sexto ciclo de evaluación presentado el lunes por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

Algo así como si la Tierra estuviera enferma y tuviera fiebre.

Y aunque pareciera insignificante una variación de esa magnitud en una masa tan grande, sus consecuencias son devastadoras. En 2020, dos huracanes y tres tormentas tropicales azotaron el Golfo de México y la Península de Yucatán, afectando cosechas, zonas habitacionales y la línea costera.

“Un año después, todavía hay áreas inundadas”, reprocha Ruth Cerezo-Mota, investigadora del Instituto de Ingeniería de la UNAM y residente de Yucatán.

Ella fue una de las autoras del informe presentado por las Naciones Unidas en que se advierte que hay que tomar medidas urgentemente para revertir el impacto del calentamiento global, el cual se conocía y del que se advirtió desde hace tres décadas. Solo que ahora, la información lo evidencia con claridad, mientras que el mensaje concreto es: ya no hay tiempo para pensar, es la hora de actuar.

La previsión es que la temperatura promedio de la Tierra podría acumular un alza acumulada de 2°C de cara a fin de este siglo, pero ahora se hace un llamado para reducir ese avance a por lo menos 1.5°, es decir, 0.5° más que el aumento alcanzado a este momento.

Sin embargo, el aumento actual de la temperatura ha derivado en cambios drásticos. Con solo 1°C de diferencia.

“Este promedio de 1°C en el que tenemos años muy cálidos y años muy fríos ha generado efectos en la dinámica climática.

Mientras más calor haya, por puro principio físico, hay más evaporación; si hay más evaporación, la atmósfera puede contener cierta cantidad de vapor de agua, pero tiene un límite, no puedes evaporar todo el océano y que viva en la atmósfera”, comenta Cerezo-Mota, en entrevista para La-Lista.

“Cuando llega a ese límite y hay las condiciones, habrá lluvias, la energía para que empiece la lluvia. Y esto se traduce probablemente en lluvias más extremas.

Hay lluvias que no hubieran sucedido o un cambio en la estacionalidad, porque antes, para que hubiera esa cantidad de vapor que eventualmente se iba a convertir en lluvia, necesitábamos que llegara el verano y se empezara a calentar la superficie terrestre, empezara a evaporar y lloviera.

Y ahora, esta superficie está tan caliente todo el tiempo que las lluvias pueden suceder fuera de estación”, explica la doctora en Física Atmosférica, Oceánica y Planetaria de la Universidad de Oxford.

Un reflejo de esto ese puede observar en la lluvia en México. El promedio nacional de lluvias en el país se incrementó en 0.91% en comparación con el año 2000, con un aumento en 21 de las 32 entidades, y en 16 de ellas en el norte, centro y sureste, por arriba del promedio nacional.

El problema es que se estima que este 1.5°C más se alcancen entre la próxima década y mediados de siglo, aun con un ritmo menor de emisiones, con efectos aún mayores en la dinámica del clima.

“Cada grado de aumento de la temperatura importa y es radicalmente distinto si la temperatura promedio del planeta se queda en 1.5 que si llega a 2°C, que si llega a 3°C. Los impactos son exponenciales, no es solamente un poquito más. Por eso, se debe estabilizar la temperatura, el Acuerdo de París marca muy por debajo de 2° y dejar la estabilización en 1.5°C”, acota Luis Fernández Carril, coordinador de Sostenibilidad y Cambio Climático en el Tec de Monterrey.

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